Las adversidades asociadas a las condiciones de pobreza han sido relacionadas con
consecuencias negativas en el desarrollo temprano de las funciones ejecutivas (FEs), un conjunto de procesos cognitivos involucrados en la autorregulación cognitiva, emocional y del
comportamiento. Si bien la crianza en entornos adversos ha sido asociada con la emergencia de dificultades autorregulatorias, no todos los niños son igualmente susceptibles a las influencias ambientales. En los últimos años se ha progresado significativamente en la comprensión de cómo distintos factores ambientales interactúan con genotipos y fenotipos para dar forma al desarrollo cognitivo. Una muestra de ello es el cuestionamiento al modelo de diátesis-estrés, que tradicionalmente ha identificado a los niños biológicamente reactivos al estrés como particularmente vulnerables al ambiente por portar una característica específica, por ejemplo, temperamental. En cambio, la teoría de la sensibilidad biológica al contexto (TSBC), sostiene que la reactividad biológica no constituye un rasgo patogénico en contextos de adversidad que conduce indefectiblemente a la maladaptación, sino que ésta sería una manifestación de una mayor sensibilidad al entorno, para bien y para mal. Así, una elevada sensibilidad biológica puede resultar maladaptativa en contextos de adversidad, pero adaptativa en un entorno protector. Si bien existe evidencia sobre la asociación entre la sensibilidad biológica al ambiente, nivel socioeconómico y competencias autorregulatorias, ésta aún resulta preliminar por lo cual constituye un área de investigación básica y aplicada que requiere mayor atención.